2025

Una distancia insalvable

FUNDACIÓN CEREZALES ANTONINO Y CINIA, LEÓN

23 de marzo – 15 de junio

con proyectos de Raquel G. Ibáñez, José Miguel Pereñíguez, Luis Vassallo y obras de Martínez Bellido, Juliana Cerqueira Leite y Jorge Diezma; bienes referentes o provenientes de los monasterios de San Pedro de Eslonza, San Miguel de Escalada, Santa María de Sandoval y Santa María la Real de Gradefes; el Archivo Diocesano de León, la parroquia de Palazuelo de Eslonza y el Museo de León
coordinación general: Zaida Llamas, comisaria jefe de la Fundación: Rosa Yagüez, comisario de la Fundación: Alfredo Puente, diseño expositivo: Juan Manuel Villanueva, montaje: Fernando Robles, Maximino Sánchez, Alberto Valbuena, Juan José Valderrey, educación y programas públicos: Nadia Teixeira y Ana Andrés, sonido y escucha: Luis Martínez, diseño gráfico: Jose Luis González Macías, documentación audiovisual: Ismael Aveleira, documentación fotográfica: Juan Baraja

«Hay objetos altivos: que, incluso en las condiciones más precarias, se esfuerzan en mantener las distancias. Esta exposición explora esa lejanía que imponen (y comparten) los artefactos artísticos y religiosos, tomando como ejemplo bienes venidos de cuatro monasterios cercanos: edificios que se levantaron para perdurar siempre y que, mal que les pese, han terminado aminorados o destruidos

Reuniendo algunos de sus fragmentos y forzándolos a mantener conversación con obras contemporáneas, esta exposición trata de enfrentar su tozudez colándose por las rendijas de su vanidad: dándoles, de nuevo, una ocasión para dignificarse y para desplegar, en otro tiempo y espacio, el aura que nunca quisieron perder».

Hay una categoría de santos que se llaman «cefalóforos», es decir, «portadores de cabezas». Lo habitual es que sujeten la propia, que algún infiel les ha rebanado durante las labores del martirio: Orisgonta y David prefirieron (qué excéntricos) transportar una mollera ajena. Estos dos cuadros sintetizan muchas de las preocupaciones de esta exposición, donde todo ha sido desplazado por enésima vez (desamortizaciones, pillaje, incorporación al ajuar doméstico, etcétera). Es de entender que objetos tan ajetreados terminen confundidos. José Miguel Pereñíguez ha realizado una serie de dibujos que parten del monasterio de Escalada y de Los desposorios místicos de santa Catalina, un lienzo de Juan de Pareja (el esclavo de Velázquez) pintado para los benedictinos de Eslonza, actualmente, custodiado en la parroquia de Santa Olaja. Durante la producción de la obra, el artista ha tenido como única referencia el archivo de trabajo del comisario. Parte de este archivo se expone como sustituto de una colección de placas fotográficas de vidrio, custodiadas en el Archivo Diocesano de León. Sus autores son fotógrafos profesionales y aficionados. Todas tienen un airecillo espectral.

Su ausencia convive con dos contribuciones. Una, cuatro fotografías de Sánchez del Pando: estampas de la restauración de la iglesia de Santa Marina de Sevilla, que ardió brevemente la tarde del 18 de julio y que sirvió como propaganda de guerra. La otra, una obra de Martínez Bellido: una serie de fotografías que, aunque recuerden a microorganismos, son ampliaciones de la degradación de la película fotosensible de una fotografía histórica. Es decir, la constatación plástica de cómo se pierde una imagen.

La pieza de Raquel G. Ibáñez también trata de una expiración. Sirviéndose del primer movimiento de Annum per annum de Arvo Pärt (una composición para órgano cuya interpretación obliga a apagar los fuelles del instrumento hasta que el sonido se derrumba), la artista ha construido obra consistente en una pareja de vasos de vidrio soplado y una peana que actúa como resonador de una pieza sonora. Parte de las grabaciones empleadas para esta última han sido realizadas en órganos del siglo XVIII.

Un relicario es un objeto primorosamente labrado para contener mutilaciones horrendas. Contra lo que pudiera parecer, la belleza de su hechura no pretende compensar la fealdad de lo que atesora, sino estar a la altura de su prestigio místico. No todos los cadáveres se desmiembran para hacer reliquias, solo los victoriosos; aquellos en los que el espíritu ha prevalecido sobre la carne. El despojo es literal, lo que convocan es metafórico: el cuerpo glorioso, fragante y prodigioso del santo.

Varias piezas participan de este embrollo semántico. Por supuesto, los distintos relicarios: todos con cara de espanto. (Uno de ellos, el más voluminoso, representa a san Geroteo, un obispo inventado por el jesuita Román de la Higuera, que hizo carrera en la curia encontrándole un fundador ilustre a cada diócesis. El milagro fue inmediato: tres o cuatro años después de la invención, los monjes de Sandoval encontraron su calavera en las huertas del monasterio. La talla tiene un pedazo de esa quijada en el pecho, porque en este santo nada está donde debe). También, las esculturas de Juliana Cerqueira Leite, cuyos volúmenes se han formado con un cuerpo del que solo queda su vacío. Algo similar sucede con el sarcófago que descansa en el prado, en cuyo interior los canteros dibujaron el perfil de un hombre, como de tebeo.

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En las ruinas, dice Simmel, se mantienen en equilibrio las fuerzas del espíritu (de la inteligencia, que levantaron el edificio sometiendo a la piedra) y las geológicas: «Su encanto consiste en que una obra humana es percibida como si fuera exclusivamente un producto de la naturaleza. Las mismas fuerzas que por disgregación, erosión, hundimiento e invasión de vegetales han dado a la montaña su figura, se han ejercido también aquí entre los muros».

Los fragmentos de cantería que se amontonan en esta sala proceden del monasterio de San Pedro de Eslonza y se disponen tal como se encuentran, ahora, en esa parcela. La silueta del sol y la luna, (así como del orante) que sirvieron a Luis Vassallo para sus obras están tomadas de una lápida del pórtico de San Miguel de Escalada. Dos elementos telúricos (más) tratan de aliviar la solemnidad de estos asuntos. Uno es un dibujo de Jorge Diezma, en el que aparece el pintor Kazimir Malévich pintando del natural su cuadrado negro, tomando como modelo la negritud de un abismo. El otro es una alta cumbre fabricada con cartón.

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