¡Arriba el sosiego!

Lo particular del absurdo es que es contagioso, y que todo lo que se le acerca queda, en ese momento, derrotado. ¡Cómo se debieron sentir los chavales que lanzaban vítores a la tecnología en la soledad de esa noche, a solas con sus pensamientos! ¡Íntimamente derrotados!