“Entremos más adentro en la espesura” dice uno de los versos del Cántico Espiritual de Juan de la Cruz; José Díaz ha preferido una línea de Gómez de la Serna (Moco de caracol, enjundia de gallina, jugo verde de sapo) para intitular su primera exposición en la galería madrileña The Goma.
La muestra nos enfrenta a unos lienzos de tamaño humano (más de uno y medio por uno y medio) en los que la pintura ha sido arrastrada por un trazo severo y erosinante, que pinta a la vez que raspa: pintura brutalmente propagada (valgan las palabras del poeta) en una suerte de acción kárstica que nos desvela los sustratos que la sostienen. La labor del desencriptador o del geólogo frente a la tela pintada.
La pintura de José Díaz (Madrid, 1981) manifiesta confusión, no como incapacidad de concreción sino como síntoma de nuestros días. La hoja de sala (muy confusa también) nos remite a la captchaps, ese molesto recurso informático que ha sustituido al Test de empatía en el afán de detectar replicantes por medio una fotografía codificada en el cual una mirada no humana no es capaz de distinguir fondo de figura: una triquiñuela estética para distinguir a seres con alma de seres sin ella. Como se ve, no hemos avanzado mucho en nuestras preocupaciones desde el alto Medievo.
Pero más allá de estas consideraciones, la obra del pintor madrileño se nos ofrece envolvente, misteriosa, atractiva como lo es un juego de velos. De velos pesadísimos que al arrastrarse producen cárcavas, pero de velos al fin y al cabo. Un juego de desconciertos en el que la costumbre nos hace ver figuras donde no las hay, y si eso le estresa va de su cuenta: no hay enigma donde no hay solución, simplemente hay deriva.
Por añadidura, también en este mes de septiembre, ha salido a la venta Matrimonio, el trabajo conjunto de José Díaz y Alfredo Rodríguez bajo el auspicio de la persona que vive bajo el pseudónimo de Karpov Shelby. Matrimonio es una sagaz unión de la fotografía y la pintura bajo la excusa de una tapa de pescado con distinto marinado. El resultado son tres láminas grabadas que antes han sido una foto revelada a brochazos, una técnica heterodoxa que ha fructificado en hijos efímeros: los originales perecieron por una sobredosis de químico revelador. Sin embargo, preservados en el grabado, nos ofrecen unas composiciones estéticamente potentes e intelectualmente sensuales. El ingenio siempre es muy atractivo.
Moco de caracol, enjundia de gallina, jugo verde de sapo
Galería The Goma
C/ del Fúcar, 12 Madrid
Hasta el 30 de octubre.
Matrimonio
Editorial La Dominación Mundial
Tirada de 85 carpetas.