Tres exposiciones de final de curso

El cansancio y el calor son malos agitadores culturales. No es julio el mes más apetecible para ir de exposiciones, lo sé, pero, antes de irnos de vacaciones permítanme una terna de recomendaciones.

Lempert

Admito que no conocía el trabajo de Jochen Lempert (Moers, 1958) hasta que me lo encontré en el CA2M. Iba, en realidad, a la inauguración de la interesantísima exposición de Pedro G. Romero sobre las chekas, que ha comisariado Ángel Calvo Ulloa, cuando me di de bruces con él. Lempert, que es biólogo, hace fotos de la naturaleza en 35 mm. Las expone sin marco, fijadas directamente a la pared. Al principio, te sorprende la elegancia de la fotografía. Al poco, empiezas a intuir el juego de sutiles relaciones en que participan las imágenes. Un fruto redondo que brilla como el ojo de una ardilla. Un avispero, pegado a una cornisa, que parece una moldura. Lempert construye una narrativa realmente sofisticada mediante las asociaciones que establece en cada fotografía; y entre ellas. Un detalle de La primavera de Botticelli –el vestido de una de las alegorías– junto a una foto de un campo de flores que parece copiar el entramado de la tela. Un detalle de unos patos barrocos al lado de un cisne que parece salido de un Rembrandt.

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Lempert trabaja con imágenes que son, de algún modo, amables, ya sea por lo orgánico, por lo cotidiano o por lo hermoso. Trabaja con la curiosidad, con el asombro ante el mundo y con la paciencia. Esta es, sin duda, una de las exposiciones más interesantes que he visto este curso.

María Sánchez - Alegría
(c) María Sánchez – Galería Alegría

María Sánchez (Ávila, 1977) le ha tomado prestado el título de su exposición (Atlas Elipticalis) a José Maldonado, que está exponiendo en Helga de Alvear. Es una decisión que resume el asunto de su exposición: intromisiones e intercambios. Dos vídeos y una mesa –suficientes para llenar la sala de Alegría– conforman la exposición. Los vídeos forman parte de una serie que Sánchez ya ha ido mostrando a través de las redes sociales. En uno, la vemos tocando a gente en el metro. Ese deseo infantil de ver una borla rechoncha colgada del bolso de una señora y querer darle con el dedo. En el otro, le pasa la sombra por encima a transeúntes, paseantes y gente corriente en general. La mesa sostiene una colección de objetos intercambiados a lo largo de los años. El método es bien sencillo: ir a un bar, reemplazar una taza de café por otra que se ha traído de casa y tomar una polaroid del momento.

María Sánchez - Alegría - tocar
fotograma – María Sánchez

Son objetos vulgares, domésticos, ajenos a todo fetiche. Estas acciones, que podían parecer ingenuas, exploran de un modo interesantísimo las tensiones entre lo público y lo privado, entre la intimidad y la exposición; lo inocente del juego y lo premeditado de la acción artística. Una delicada intromisión en el espacio del otro, una inofensiva sustitución de objetos comunes por objetos privados.

Jacobo Castellano - luna
(c) Jacobo Castellano – The Goma

Ni bueno, ni noble, ni sagrado es el título de la colectiva que ha comisariado Alfredo Aracil en The Goma. En ella Christian García Bello, Fernando García y Jacobo Castellano trabajan sobre la estética de lo sagrado, que es, sin duda –y aunque esté demodé– uno de los grandes temas de la historia del arte. Los objetos, cuando operan en este ámbito, funcionan en una lógica nueva. «Mi reino no es de este mundo» o algo parecido. Son trastos inútiles, pero poderosos; en cierta medida ensimismados, pero, a la vez, completamente alienados, porque su sentido está desplazado: convocan a lo divino, pero no lo contienen. Las lógicas de lo sagrado son absurdas: lo débil se ha hecho fuerte, la locura es sabiduría. «Yo hago nuevas todas las cosas». Aracil ha decidido, con buen criterio, no atiborrar la galería de obras, porque es conveniente esa soledad de las obras expuestas.

Christian García Bello - Reunión
Reunión (Sacrificio) – Christian García Bello

Así, aparecen colgadas unas hondas de fibra –Rubia, de Fernando García– atadas con piel, como una especie de angelotes o de luminarias. Un recuerdo flotante del arma del rey David, entiendo. Muy atractiva la luna amarilla y sucia, como un sudario, de Jacobo Castellano, que cuelga al lado de un detente, que riza un hilo de metal. Particularmente interesante es la pieza Reunión (Sacrificio) de García Bello: dos maderos apretados el uno contra el otro, cerrados por una tira de aluminio y dos clavos, colgada en alto, como un crucifijo (el madero, los clavos, las religatio, el paño de pureza). Una exposición llena de obras singulares.