La exposición de Secundino Hernández (Madrid, 1975) Mi primera corrida, un título que sintetiza aquella intuición atribuida a Sade (que la historia se escribe con sangre y esperma), abre el curso de la galería madrileña Heinrich Ehrhardt.
Para esta exposición Secundino Hernández ha querido dibujar, y se ha servido para ello de la acuarela y del carboncillo. Y el cambio de soporte y de técnicas ha dado un resultado notable. Los carboncillos son dibujos de gran formato, violentos y ágiles. Hay algo de primitivo y de personal en estos trabajos, algo que tiene relación con el chasquido del carboncillo contra el papel, con la experiencia de la rugosidad y el pigmento. No es una experiencia más originaria enfrentarse a un papel en blanco con un carboncillo en la mano que hacer lo propio con una tela armado con un pincel: se trata del mismo vértigo con distintos equipajes. La determinación y el rigor del trazo se compensan con el borrón, forma indeterminada y blanda. Las composiciones contagian velocidad y algo que no acierto a llamar correctamente, pero que tiene que ver con la brutalidad y el juego. La estilográfica línea secundiniana, elemento fundamental en su obra, nos aparece aquí de una manera nueva: más porosa, más grasa, más orgánica, que surgen de la contingencia del instrumento y que impregnan unos trazos desnudos que funcionan en un sistema gravitatorio propio y sutil. Las acuarelas exploran nuevamente las posibilidades de un medio frágil y sus contingencias, comenzando por el soporte que el pintor ha elegido: el papel artesanal. El trazo más o menos denso elabora una composición delicada y sensual, que cierra una exposición brillante.
La agitación de septiembre no ha terminado para Secundino Hernández en su galería madrileña. La Maison Louis Carré, institución artística sita en la casa diseñada por Alvar Aalto para el afamado galerista y coleccionista francés. La muestra expone obras de Secundino pertenecientes a la colección Miettinen, que comprende un periodo de cuatro años de la obra del pintor madrileño y que permite al espectador acercarse a diversos momentos de la investigación de Secundino Hernández acerca de lo que podemos llamar la pintura pura. El catálogo, donde he tenido el gozo de escribir, se publica en unas semanas y da cuenta más extensamente de esta exposición.