crítica ­­– Luis Bisbe / Alberto Peral: de lo que uno dice / lo que está así / solo doble

(c) cortesía de Galería Alegría

No es habitual entrar en una exposición y encontrarse un socavón. Menos, que un galerista deje que los artistas le desmantelen la propiedad. Con esta inaudita licencia, Luis Bisbe (Málaga, 1965) y Alberto Peral (Santurtzi, 1966) han alumbrado una exposición a cuatro manos, que lleva por título de lo que uno dice / lo que está así / solo doble y que puede visitarse en Galería Alegría.

En la jerga expositiva, el «diálogo» suele consistir en enfrentar obras que aún no se conocen. Don Cuadro, le presento al señor Dibujo. Este formato nos ha regalado convites interesantísimos: encuentros extemporáneos, reuniones inesperadas o conversaciones íntimas. Aquí, la dinámica varía. Los dos artistas trabajan, al mismo tiempo juntos, y por separado: usando las consecuencias intelectuales y materiales del compañero para dar el siguiente paso.

Intentaré describirlo. En el tabique de entrada hay un rectángulo sin blanquear. Ese área de pladur crudo (pinturización, Bisbe) parece reflejarse, unos metros más allá, en el suelo. Si en el primero falta pintura, ahora escasea la solería: un boquete rectangular (blanco, con la pintura ahorrada) sirve de acomodo a una escultura compuesta por dos cilindros de hormigón superpuestos; uno bajo la cota del suelo, otro sobre ella, produciendo una ilusión especular (Baño de luna, Peral).

(c) cortesía de Galería Alegría

No se desperdicia nada. El pavimento ausente no ha ido muy lejos. Lo encontramos transformado en algo parecido a una mesa de café, cercado por una escenografía de recortes y siluetas de airecillo cartoon (de nuevo, positivo y negativo; forma y vano); corona la instalación una lámina de policarbonato, afanada de la cubierta del edificio (conjuntivismo, Bisbe). La cosa sigue en una pequeña sala aneja, donde se desarrolla un ejercicio de verticales y asideros. En cierto ángulo, parece que el solemne tubo de latón que atraviesa el muro (Doble tubo, Peral) sujeta una precaria escultura armada con toda clase de elementos rojiblancos de andar por casa (cadenas de plástico, un hula hoop, chocolatinas, pajitas, cuerda trenzada y el pie de un micrófono; llamativismo, Bisbe). Frente a ella, y para recuperar la seriedad, un cilindro de piedra seccionado trasversalmente se escurre pesadamente (Desplazamiento, Peral).

(c) cortesía de Galería Alegría

La exposición ofrece al visitante un excitante ejercicio de idas y venidas que, felizmente, no se agota en lecturas meramente formales ni materiales. Sería empobrecedor tratar de enumerarlas todas, como si quisiésemos levantar un atestado. Asumo que algunas me han pasado inadvertidas y que otras serán de mi propia cosecha: la mirada (ya lo siento) actúa sobre lo que ve. En suma, en de lo que uno dice… encontramos una rara conjunción de pericia plástica, sentido del humor e inteligencia curatorial que, me atrevería a decir, no se agota en la visita. Uno puede recrearse en ella tras abandonar la galería: los buenos juegos no necesitan tablero, porque se practican en la cabeza.

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