La felicidad de hacer música

Le Jardin des Voixs 2017 (c) Julien Gazeau

La noche del domingo, entrando al Auditorio Nacional, un amigo bromeaba con que íbamos a ver una gala de Operación Triunfo. Supongo que el concierto que ofrecieron Les Arts Florissants, comandados por William Christie, tenía algo de eso. El motivo del concierto era la gira de los ganadores del concurso para jóvenes cantantes Le Jardin des Voix, que se celebró por primera vez en 2002, luego en 2005 y desde entonces cada dos años.

Christie, intérprete prestigiosísimo y fundador de uno de los mejores conjuntos barrocos de la actualidad, es además propietario de una casa palaciega en Francia con un jardín colosal. Tiene hasta su propio festival: Dans les Jardins de William Christie. Es ahí donde este año, después de varias semanas de curso intensivo, se han presentado los ganadores del concurso, que se disponen ahora completar una gira internacional que, de la mano del Centro Nacional de Difusión Musical, los ha traído a España.

Basta de contexto. El programa que se ofreció el domingo es singular: Un jardín a la inglesa, un recorrido por la música vocal inglesa de la segunda mitad del XVII y comienzos del XVIII. Muy inteligentemente, se presenta una versión semiescenificada (obra de Sophie Daneman) en la que una pieza sigue a la otra, conformando un hilo argumental que hace ágil la representación. Esto mismo con los cantantes tras un atril, canción, aplauso, canción, aplauso, sería tedioso. Dos partes, dos hilos temáticos: el misterio de la música y la noche de los placeres. Obras de Locke, Gibbons, Haendel, Purcell, Tomkins, Arne, Ward, y Dowland.

Les Arts Florissants son un conjunto extraordinario, con un sonido exquisito y una comprensión de la música fuera de lo común. Cualquier aficionado va poco menos que entusiasmado a escucharlos. Todos los intérpretes, desde el bajo continuo hasta los solitas, son excelentes. Claro que escribir esto tampoco es ninguna novedad. Por ello, la exigencia para los jóvenes cantantes (la horquilla de edad va de 25 a 30 años) es altísima: se enfrentan a un privilegio arriesgado, pero lo cierto es que el concierto es un auténtico placer. Un pequeño comentario sobre las voces. Padraic Rowan es un bajo poderoso, con unos graves notables que se dejaron notar en los números conjuntos a capella y con una destacable habilidad escénica. Otro que también se desenvuelve bien en escena es el barcelonés Josep Ramón Olivé, un barítono prometedor, con una voz poderosa y bien compensada. James Way, tenor, tiene unos agudos sobresalientes y una técnica notable. La mezzosoprano Eva Zaïcik brilló particularmente. Canta de una manera absolutamente elegante y su voz posee un timbre encantador. Tiene ese don de fascinar que poseen algunos cantantes. Natasha Schnur es una soprano con poca voz, que compensa con una musicalidad interesante. Y Natalie Pérez es una soprano interesante, de cierta presencia escénica, correcta y elegante. A pesar de las numerosas piezas que conforman el programa, el concierto se sucedió de una manera ágil, con una puesta en escena muy solvente que reserva, incluso, momentos para el humor.

Para terminar,  me parece que es pertinente reparar en un detalle significativo: la enorme felicidad que todos tenían de hacer música. Hay algunos intérpretes a los que se le ve el gozo en la cara, y Christie es uno de ellos. Es esperanzador que alguien sea feliz a través de la generosidad (¿qué otra cosa puede ser ofrecer al auditorio un repertorio desconocido?). Un estadounidense nacionalizado francés ha venido a descubrirnos la música vocal inglesa: la cultura hace requiebros prodigiosos.

 

Al final de la noche, volvía a casa con la sensación de haber asistido a un evento extraordinario: una celebración de la música por la vía de la felicidad. Una sensación rara e inusual. En fin, una alegría.

 

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