Geometría a mano alzada

(c) Antonio Ballester Moreno – MaisterraValbuena

«Los pintores, en quienes perdura cierto fondo de admirable artesano, de obrero manual…», dice Ortega en el texto que le dedica a Velázquez. Estoy leyéndolo estos días y recordé esta idea con mucha claridad cuando, en el paseo de Apertura, entré a MaisterraValbuena para ver la exposición de Antonio Ballester Moreno.

«Recto, rectangular, grande», título contundente y sencillo, es la cuarta exposición de Ballester Moreno en la mencionada galería: nueve cuadros de geometrías simplísimas. Juega el artista en el terreno geométrico sin la aridez de lo mecánico, con una repetición afable y manual, que va conformando la obra propagándose según sus propias normas internas (la extensión o la duplicación). La cadencia imperfecta ayuda a acercarse al cuadro, por esa suerte de empatía que sentimos hacia las cosas contingentes. Leo que la tela es de yute, fibra áspera que se ha dejado sin imprimar, y que funciona como sustrato (orgánico, claro). La tosquedad de la trama de la arpillera sujeta a una pintura estampada que no la enmascara, sino que convive con ella.

(c) Antonio Ballester Moreno – MaisterraValbuena

La simplicidad de estas obras de Antonio Ballester Moreno permite varios acercamientos. De una parte, el goce estético, casi ocioso, del objeto bello y nada más. De otra, la reflexión acerca del límite del arte y la artesanía. Ballester se afana en formas sencillas de colores amables pero no es decorativo, ni tampoco naif: hay una honestidad en sus cuadros, tan desprovistos de distracciones y de ribetes, sumamente atractiva. Tienen, por enunciarlo de otra manera, un candor infantil (que no ingenuo) y básico, que en su desnudez es luminoso. Hablo, claro, de eso que metafóricamente se llama infancia del mundo y que nos ha llegado a través del folclore, de una manera acrisolada y sustancial: una suerte de verdades muy resumidas y básicas cuya potencia reside en su propia sencillez.

(c) Antonio Ballester Moreno – MaisterraValbuena

Recuerdo pocos contentos estéticos como el de «recto, rectangular, grande» (esto es un poco irrelevante, porque mi cultura es limitada). Una alegría casi de cronopio.

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